Relato I

domingo, 6 de julio de 2014

PRINCIPIO

-A
ulladora Mistyc Wind, Maestra Narradora. ¿Es consciente de la razón por la que ha sido llamada ante este tribunal?
Y allí estaba yo, de pie frente a esos vejestorios, encadenada de pies y manos mientras toda aquella farsa era retransmitida a través de las múltiples pantallas flotantes.
-Por el Escritor, ¿podemos acabar con esto de una vez? Los pies me están matando.- Me limité a responder pasando el peso de mi cuerpo de una pierna a otra.
-Ha sido acusada de relacionarse con un personaje de Stories World, y de intervenir en su historia.- Continuó con su interminable retahíla del barbudo y canoso Copista.- ¿Cómo se declara ante estas acusaciones tan graves?

[NanFe © DeviantArt]

Menudo puñado de imbéciles hipócritas. Qué dignos y respetables parecían ante los miles de ojos que lo estaban observando todo, desde los diferentes lugares de Stories World.
Para ellos yo era una abominación: hija de una narradora y una semi-bestia al que salvó de morir en una sádica cacería, junto a su clan. A pesar del sumo cuidado con que llevaron su relación, finalmente el Consejo lo descubrió. Afortunadamente mi madre ya estaba embarazada de mí, por lo que pudo tener unos meses más de vida, hasta que terminara el período de lactancia. Después de eso se celebró el juicio.
Es curioso que tras veinte años el Copista volviera a repetir aquellas mismas acusaciones a la hija de la Traidora. En fin, la rebeldía era algo que llevaba en la sangre.
-Supongo que todo ello me declara culpable.- Respondí con una media sonrisa, mirándolo directamente a los ojos, desafiante.-Pero, ¿sabéis qué? Volvería a hacerlo sin dudarlo.
Tal y cómo mi madre les había hecho prometer antes de la ejecución, ante todos los habitantes de Stories World, el Consejo me tomó bajo su cuidado. Muy a regañadientes me instruyeron en los secretos de la narración, aunque eso no les impidió recordarme en todo momento mis orígenes malditos. 
Para todos tan sólo era un error al que permitían seguir existiendo.
Seguro, mis queridos lectores, que os estaréis preguntando qué estaba haciendo mi padre durante ese tiempo: El muy cobarde había huido, abandonándonos a mi madre y a mí con aquellas hienas.
«Desgraciado… espero que estés pudriéndote en el Olvido.»- Maldije furiosa en mi interior, sintiendo cómo una dolorosa punzada recorría mi maltrecha mano izquierda.
Gracias al Escritor, la soledad que se había alojado en mi alma comenzó a disiparse el día en que la conocí:


Cómo hacía todas las mañanas tras desayunar mi taza de chocolate, cabizbaja y, con mis penetrantes ojos almendrados, mirando fijamente al suelo, me dirigí a la sala de Redacción número siete.
Era una amplia habitación circular, cuyas paredes estaban cubiertas por gigantescas estanterías repletas con cientos de libros. En el centro había un elegante atril de mármol, con un libro en el que cada día aparecían nuevas páginas en blanco, deseosas de ser escritas con la pluma, roja escarlata, que había junto a él.
-Soy Mistic Wind, y cómo Maestra Narradora estoy destinada a relatar toda historia digna de perdurar en la eternidad.- Recité con desgana, recargada contra el atril de brazos cruzados, mirando al vacío.-En nombre del Escritor, muéstramela.
Y como cada día, la sala comenzó a cambiar hasta transformarse en el escenario donde se irían sucediendo los diferentes acontecimientos. En aquella ocasión fueron las entrañas de una extraña maquinaria de grandes dimensiones, cuyo corazón se detuvo hacía ya muchos siglos.

[ Imagen Cris Ortega ©]
Sin perder el tiempo, pinché mi dedo índice con la pluma hasta que se empapó con mi sangre. Y acto seguido mientras iba describiendo la escena en voz alta, la pluma fue escribiendo por sí sola en el libro, a través del vínculo mágico que había establecido.

-Sael, ¿te falta mucho?- Le preguntó el aguerrido caballero al entrar en la sala.
En fin, os pondré un poco al día: Aquel caballero era Rûnan, uno de los más fieles sirvientes del Señor de Lambers. Gracias a él, pudieron proteger a sus habitantes de los Centauros de la Estepa. Era un guardián para el pueblo y un héroe para sus tropas. Pero ahora debía enfrentarse a uno de sus peores enemigos: a un miserable traidor que se había aliado con los Demonios Fatuos. Por ello precisaba de un arma legendaria capaz de vencerlos… y ahí es donde aparecía la excéntrica Tecno-Maga.
-No seas tan impaciente, musculitos.- Respondió volviéndose hacia él, al tiempo que se colocaba las gafas tipo esquiador sobre la frente.-La katana ya la tendría prácticamente terminada si tuviera la Sangre de Ángel. Pero, ¿me la has traído? No, ¿verdad? Pues entonces no me metas prisa.- Añadió sacudiéndose sus polvorientas ropas estilo steampunk, para luego dirigirse a uno de los enormes engranajes donde colgó su pesado cinturón de herramientas.
-¿Y dónde se supone que voy a encontrar eso?- Le cuestionó Rûnan, exasperado, viendo cómo se abrochaba en la muñeca izquierda una especie de reloj de arena horizontal, rellena con polvo de estrellas.  
-Ah, eso es cosa tuya caballero, yo solo soy una humilde maga inventora.- Se limitó a decir girando el reloj un cuarto a la izquierda.-Pero no te preocupes, seguro que al final se te ocurre algo. En fin, ¿quieres quedarte a ver para qué funciona esto? El otro día soñé que lo construía, y, bueno, la curiosidad me llevó a hacer realidad mi sueño.
-Ni hablar, no quiero explotar en mil pedazos.- Se despidió saliendo rápidamente del Gólem mecánico, algo frustrado ante la búsqueda que tenía que emprender.
Sael Gears tendría unos dos o tres años más que yo. A pesar de estar manchada de grasiento aceite y otros productos, tanto mágicos como químicos, podía apreciarse su piel tan blanca como la nieve. Ojos de un brillante color turquesa, cabello largo ondulado, tan negro como la noche con destellos plateados como la luz de la luna, y que siempre llevaba recogido en una voluminosa trenza. Como narradora debería haber seguido a Rûnan pero quería saber para que servía aquel extraño objeto, y, además, aquella chica desde la primera vez que la vi me llamó mucho la atención: No era como los demás.  
-Por favor que sea una puerta astral, por favor que sea una puerta astral, por favor que sea una puerta astral…- Estuvo repitiendo una y otra vez cruzando los dedos, cuando el reloj comenzó a brillar con una deslumbrante luz turquesa.
Y después de eso… nada más.
-Menudo fiasco, esperaba algo más espectacular.- Me dije en voz alta, con la intención de seguir a Rûnan.
-¡¿Q… quién ha dicho eso?!- Exclamó Sael mirando a todas partes, alarmada.
Venga ya, ¿podía escucharme? Eso era algo imposible, ambas nos encontrábamos en diferentes dimensiones. Yo no estaba allí físicamente, tan solo era una espectadora: ¡¿cómo era posible que aquella chica hubiera logrado establecer un puente interdimensional?!
-Es de muy mala educación no presentarse, y además menospreciar el trabajo de otros.- Me advirtió con el ceño fruncido, y en guardia por si tenía que lanzar algún hechizo contra aquel enemigo invisible.-Yo soy…
-Sé cómo te llamas.- La interrumpí con voz cortante.
No debería estar hablando con ningún personaje. Interferir en sus historias era el peor delito que pudiera cometer ningún Narrador, ya que estarían usurpando la función del Escritor.
-¿Quién eres?
Pero la soledad era un veneno tan letal, que en más de una ocasión me había tentado a inducirme en el Sueño de la Muerte, y reunirme con el Escritor.
-Me llamo Aulladora.
No tenía nada que perder. Yo no vivía, tan solo me limitaba a respirar, comer, cumplir mi función como Narradora, y dormir. Cada día lo mismo, sin que nadie quisiera hablarme a no ser que fuera estrictamente necesario, nadie quería conocerme. Mis únicos amigos eran los libros.
-Y soy una Maestra Narradora.
Quizás hubiera aún una pizca de luz… quizás había llegado la hora de empezar a vivir.

-Muy a nuestro pesar, el Consejo se ve obligado a aplicarle la pena máxima ante sus confesados crímenes.- Decretó el Copista sosteniendo mi mirada con rostro inescrutable.-La ejecución se llevará a cabo inmediatamente.
Me daba la sensación de que más de uno iba a disfrutar con mi decapitación. Qué le vamos a hacer, fue maravilloso mientras duró. Al menos iba a morir siendo por primera vez feliz, y sabiendo que el destino de mi amiga ya no estaba ligado al trágico final de Lambers.
-Qué el Escritor se apiade de tu alma, y se halle en la Eternidad junto a Él.
«No creo que lo deseé de verdad.»- Pensé con una irónica sonrisa, al tiempo que apoyaba el cuello sobre el frío pedestal de piedra.-«Me pregunto, ¿cuál sería el último pensamiento de mi madre?»- El escalofriante sonido del hacha cortando el aire, fue haciéndose cada vez más cercano y mortal.-«¿Sería en mí?»

Aquel hubiera sido mi final, pero como dice el título de este relato:

Esto sólo es el principio de mi historia.

1 comentario:

¡¿Que hay, Aulladores?! Espero que os haya gustado esta humilde entrada, y que estéis deseosos de leer la siguiente. También quiero saber vuestra opinión y consejo para ir mejorando, así que no dudéis en dejar algún aullido.

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