The Sacred Wolf

jueves, 5 de junio de 2014

Fue en aquella noche, en la que la luna se hallaba completa en el firmamento celestial, cuando el viento meció las copas de los árboles de forma grácil. Arrancándoles un estremecimiento a sus troncos, los cazadores que lo moraban aguardaban en sus cúspides, deseosos de precipitarse sobre sus presas a la menor oportunidad. La brisa nocturnal se hizo notar, tambaleando el orondo cuerpo de los solitarios búhos, pareciendo llevar consigo la buena nueva con prontitud a cada esquina de aquel espeso bosque. Marcado antaño por el fuego de la montaña, éste aún conservaba las secuelas del mismo; pero como cicatrices de guerra, la floresta volvió a alzarse orgullosa tras un tiempo, llena de vida, poderío y soberbia en aquella tierra calcinada tiempo ha. 

Cerca de allí, el antiguo clan se reunía en torno a la luz de la sagrada hoguera, llameante por siempre durante noche y día. Aquello era de buen augurio en las provincias del Valle, pues alimentar las llamas mantenía caliente el alma del clan y la de sus habitantes, alejando así la oscuridad de sus corazones. Pero en aquella ocasión el chamán, engalanado todo él con las ropas ceremoniales de plumas y huesos, desperdigaba esencias y especias de fuerte olor alrededor de la hoguera. Mientras cantaba y bailaba, los más jóvenes imitaban sus movimientos contagiados del regocijo de la celebración. Entonando a su vez los salmos de manera escalonada, que ya habían sido pronunciados por el mayor del clan, la luna pareció emitir un sinuoso brillo ante los ojos de los aborígenes y aquello no resultó ser más que un incentivo que les hizo entregarse con devoción a la causa de aquella gran noche. 

Fue entonces, en el culmen de aquella sintonía que no parecía tener fin, cuando de entre las llamas surgió la vigorosa figura que habían invocado. El silencio se estableció en el lugar, tan solo interrumpido por el quejido de la madera en perpetuo contacto con las brasas y los aceites aromáticos. El chamán alzó las manos y aprisionando uno de los ornamentos de su tocado dijo:

"Keje'lia Arullia! Keje'lia Arullia S'eu!"

Y el resto no tardó en repetir dichas palabras, rodeando estas el círculo de fuego sobre el que se mantenía intacta, sin sufrir daño alguno, la pequeña y peluda criatura.

Su llegada, esperada por todos, representaba el mayor de los regalos que podían recibir de La Madre.
«La Loba ha nacido», decían, «La Loba Sagrada ha nacido» y con su primer aullido aquella nueva era daba comienzo.

1 comentario:

¡¿Que hay, Aulladores?! Espero que os haya gustado esta humilde entrada, y que estéis deseosos de leer la siguiente. También quiero saber vuestra opinión y consejo para ir mejorando, así que no dudéis en dejar algún aullido.

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